Expediente Warren: The Conjuring (James Wan, 2013): El terror clásico que dio inicio al Warrenverse

En 1971, la familia Perron se muda a una granja en Rhode Island buscando un nuevo comienzo. El lugar, rodeado de árboles y con el encanto de lo rural, pronto se convierte en el epicentro de lo inexplicable. Ruidos en la noche, relojes que se paran a la misma hora, puertas que se cierran solas, sombras que se mueven en la penumbra. Lo que parecía un hogar acogedor se transforma en una trampa invisible. Desesperados, los Perron recurren a Ed y Lorraine Warren, reputados investigadores de lo paranormal, que descubrirán que lo que acecha allí es mucho más oscuro y peligroso de lo que imaginaban.

Cuando James Wan estrenó The Conjuring en 2013, el cine de terror atravesaba un momento extraño. Los found footage como Paranormal Activity habían saturado las salas, el gore de los 2000 con sagas como Saw (que él mismo inició) se encontraba en decadencia, y el público parecía dividido entre quienes buscaban sustos rápidos y quienes añoraban la elegancia de los clásicos. Wan decidió apostar por lo segundo, pero con un pulso moderno. El resultado fue un fenómeno cultural que no solo arrasó en taquilla, sino que devolvió al género la seriedad y la sofisticación que parecía perdida.

Una introducción de antología

El prólogo con la muñeca Annabelle es toda una declaración de intenciones. No solo introduce un objeto que después tendría su propio spin-off, sino que marca el tono de la película: no hace falta ver al monstruo para sentir su amenaza. Basta un plano fijo, una cámara que se acerca lentamente y un silencio que se rompe con un golpe seco. Wan recuerda al espectador que el terror no está en lo evidente, sino en lo sugerido.

Esa lección la aplicará durante todo el metraje. Las manos que salen de la oscuridad, los golpes en las paredes, la escena de “la cosa detrás de la puerta” o el clímax con el exorcismo son ejemplos de cómo Wan maneja el tiempo y la tensión como un auténtico relojero del miedo.

El corazón: Ed y Lorraine Warren

Patrick Wilson y Vera Farmiga encarnan a los Warren con una química impecable. Él, calmado, protector, casi paternal. Ella, sensible, intuitiva, con una espiritualidad que traspasa la pantalla. Juntos forman un matrimonio que, más allá de lo paranormal, transmite amor, complicidad y fe mutua. Son la brújula moral de la historia, el ancla emocional que da al espectador algo a lo que aferrarse en medio del horror.

La grandeza de The Conjuring es que no se limita a mostrarlos como “cazafantasmas”. Wan los humaniza: vemos a Ed tocando la guitarra para aliviar la tensión, a Lorraine enfrentando sus visiones con dolor real. Ese retrato íntimo es lo que los convierte en iconos del género.

Una familia atrapada

Lili Taylor y Ron Livingston dan vida a Carolyn y Roger Perron. Ella, una madre sobrepasada que lucha por proteger a sus hijas aunque el miedo la consuma; él, un padre ausente por necesidad, que trabaja largas jornadas y ve cómo la pesadilla se apodera de su familia. Las cinco hijas aportan inocencia y vulnerabilidad: son la representación de todo lo que merece ser protegido.

El espectador se identifica con ellos no porque vivan algo sobrenatural, sino porque representan la cotidianidad. Podrían ser nuestros vecinos, amigos o incluso nosotros mismos. Esa cercanía es la que convierte cada golpe en la pared en una amenaza personal.

Dirección y estilo visual

Wan rueda como si la cámara fuese un ente más dentro de la casa. Los planos secuencia recorren pasillos y habitaciones, creando la sensación de que algo nos observa constantemente. Los movimientos de cámara, a menudo circulares o invertidos, refuerzan la sensación de desorientación.

La fotografía de John R. Leonetti bebe del cine de los setenta: tonos apagados, encuadres oscuros, uso inteligente de la penumbra. Todo está diseñado para incomodar, para crear un ambiente opresivo que recuerda a clásicos como El exorcista (1973) o La profecía (1976), pero con un dinamismo propio de los tiempos modernos.

El sonido: un personaje más

El diseño sonoro es una de las grandes armas de la película. Golpes secos, susurros, crujidos de madera. El silencio se convierte en un aliado de Wan, que lo utiliza para tensar al máximo al espectador antes de soltar el golpe de efecto.

La música de Joseph Bishara, oscura y disonante, amplifica esa tensión. Más que acompañar, invade. Bishara no busca melodías memorables, sino atmósferas densas, casi demoníacas. Curiosamente, el propio compositor interpreta al demonio Bathsheba en la película, lo que añade un nivel extra de inquietud: la música y la criatura nacen de la misma fuente.

Reparto y curiosidades

Además de Wilson, Farmiga, Taylor y Livingston, destaca Shannon Kook como Drew, asistente de los Warren, que aporta momentos de ligereza en medio del horror. Sterling Jerins y Joey King, como dos de las hijas Perron, ofrecen interpretaciones sorprendentes para su corta edad, transmitiendo inocencia y terror a partes iguales.

La producción se apoyó en testimonios de la familia Perron real y de la propia Lorraine Warren, que participó como asesora. Esto añadió un aura de “basado en hechos reales” que se utilizó inteligentemente en la promoción y que incrementó el impacto cultural de la cinta.

El inicio de un universo

The Conjuring no fue solo una película: fue la semilla de un universo compartido. Con ella nació el Warrenverse, que después incluiría Annabelle, La monja y La Llorona. Ninguna de estas cintas alcanzó la perfección de la original, pero el fenómeno demostró que el terror también podía construir franquicias al estilo de Marvel o DC.

El éxito fue inmediato: con un presupuesto de apenas 20 millones de dólares, recaudó más de 300 millones en todo el mundo. Fue aclamada por la crítica, que destacó la dirección de Wan y la atmósfera clásica. Muchos la consideran la mejor película de terror de la década.

Reflexión final

Lo mejor: la construcción de atmósfera, el respeto por el terror clásico y la química de sus protagonistas.
Lo peor: haber dejado el listón tan alto que las secuelas y spin-offs nunca llegaron a su nivel.

The Conjuring es más que una película de terror: es un recordatorio de que el miedo más profundo no necesita sangre ni monstruos digitales, solo la sugestión de lo que no vemos. Es una fábula oscura sobre la fuerza del amor frente al abismo, sobre cómo la unión puede enfrentarse incluso a lo inexplicable. James Wan no solo dirigió una historia de casas encantadas: devolvió al género su dignidad, y creó un fenómeno que aún hoy sigue vivo.

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