En 1943, el fabricante de muñecas Samuel Mullins y su esposa Esther viven felices con su hija pequeña, Bee. Un trágico accidente de tráfico pone fin a esa felicidad y deja a la pareja sumida en un profundo dolor. Doce años después, los Mullins deciden acoger en su aislada casa de campo a un grupo de niñas huérfanas y a la hermana Charlotte. Lo que comienza como un acto de generosidad pronto se transforma en una pesadilla: una presencia maligna se libera entre las paredes de la casa, y la muñeca Annabelle vuelve a convertirse en el epicentro de una serie de sucesos aterradores.

Tras la decepción que supuso Annabelle (2014), muchos dudaban de la necesidad de una precuela. Sin embargo, la elección de David F. Sandberg como director resultó decisiva. Con su debut en Lights Out (2016), Sandberg había demostrado una sensibilidad especial para el terror atmosférico y el juego entre luz y sombra. En Annabelle: Creation, no solo redime al personaje de la muñeca, sino que firma una de las entregas más sólidas y aterradoras del Warrenverse.
El origen del mal
La historia retrocede hasta los años 50 para narrar el nacimiento de la maldición. La tragedia de los Mullins sirve como detonante: una familia rota por la pérdida que, en su desesperación, abre la puerta a algo que no comprende.

Esa dimensión emocional, ausente en la primera Annabelle, es la base que da fuerza a la película. Aquí el mal no surge de la nada, sino como consecuencia del dolor, la vulnerabilidad humana y el deseo imposible de recuperar lo perdido.
Sandberg consigue que el espectador conecte con los personajes antes de sumergirlos en el horror. El duelo de los Mullins, la ilusión de las huérfanas por encontrar un nuevo hogar y la inocencia de las niñas potencian el impacto emocional cuando la amenaza se manifiesta.
La dirección de Sandberg
El director demuestra un dominio absoluto de los mecanismos del terror. Su estilo apuesta por la oscuridad, los silencios prolongados y el uso inteligente del espacio. Secuencias como la del armario forrado con papeles bíblicos, el ascensor atrapado en el sótano o la figura bajo la sábana muestran cómo construir tensión de forma artesanal, sin depender del susto fácil.

Su talento brilla especialmente en el manejo de la luz. La lámpara de manivela que utiliza Janice, la niña enferma de polio, es un recurso narrativo excepcional: cada giro ilumina un fragmento de la oscuridad y anticipa horrores que el espectador imagina antes de ver. Ese juego constante entre lo visible y lo insinuado es el terreno donde Sandberg se mueve con mayor eficacia.
El reparto y los personajes
La película cuenta con un reparto coral en el que destacan especialmente las niñas. Talitha Bateman, como Janice, ofrece una interpretación conmovedora: su fragilidad física contrasta con la fuerza emocional que despliega cuando la entidad la convierte en su objetivo. Lulu Wilson, como Linda, aporta ternura y valentía, encarnando la inocencia que enfrenta el horror con coraje.

Anthony LaPaglia interpreta a Samuel Mullins con sobriedad y dolor contenidos, mientras que Miranda Otto se transforma en un espectro viviente dentro de su propio hogar. Stephanie Sigman, como la hermana Charlotte, aporta el contrapunto de fe y compasión, aunque su personaje queda algo más relegado.
Fotografía y ambientación
La dirección de fotografía de Maxime Alexandre refuerza la atmósfera opresiva. Los interiores de la casa Mullins —con su decoración antigua, pasillos interminables y rincones oscuros— se convierten en un personaje más. La ambientación de los años 50 añade un encanto especial, con un diseño de producción meticuloso que potencia la sensación de estar atrapados en un lugar detenido en el tiempo.

El contraste entre la luminosidad diurna y la oscuridad nocturna está cuidadosamente medido: de día, la casa parece acogedora; de noche, se transforma en un laberinto de sombras. Esta dualidad visual subraya el enfrentamiento entre lo aparente y lo oculto.
Sonido y música
El diseño sonoro es fundamental para la creación de tensión. Los crujidos de la madera, los susurros en la oscuridad y los golpes secos que rompen el silencio generan un entorno de amenaza constante.
La banda sonora de Benjamin Wallfisch, con cuerdas tensas y notas graves, se integra de forma sutil, sin buscar protagonismo, pero reforzando cada momento clave.
Comparación con la primera Annabelle
La diferencia entre ambas entregas es abismal. Donde la original repetía clichés y abusaba de los sobresaltos, Creation apuesta por la construcción de atmósfera y una historia con verdadero trasfondo emocional. La muñeca deja de ser un simple objeto inquietante para convertirse en el símbolo de un mal ancestral.

En muchos aspectos, Sandberg logra que Creation supere incluso a The Conjuring en términos de tensión y capacidad de incomodar. Es, sin duda, la mejor película centrada en Annabelle y una de las joyas inesperadas del Warrenverse.
Recepción y legado
Con un presupuesto de 15 millones de dólares, Annabelle: Creation recaudó más de 300 millones en todo el mundo. La crítica, que había sido dura con la primera entrega, recibió esta con entusiasmo, destacando la dirección de Sandberg, la atmósfera lograda y las interpretaciones de las jóvenes actrices.

Además, la película enlaza inteligentemente con el resto del universo, anticipando futuros spin-offs y consolidando la franquicia. Es un ejemplo de cómo una saga puede reconducirse cuando se confía en un director con visión y talento.
Reflexión final
Lo mejor: la dirección de David F. Sandberg, la atmósfera inquietante y el trabajo del joven reparto.
Lo peor: algunos pasajes resultan previsibles, aunque el conjunto mantiene la tensión con solvencia.
En definitiva, Annabelle: Creation demuestra cómo el terror puede reinventarse dentro de una franquicia. Sandberg transforma una historia condenada al cliché en un relato poderoso sobre el dolor, la pérdida y la forma en que el mal se nutre de nuestras debilidades más humanas.
Más allá de la muñeca, lo verdaderamente aterrador es la idea de que nuestras emociones más puras pueden abrir la puerta a lo desconocido. Con Creation, el Warrenverse encontró un nuevo camino en el que calidad y éxito comercial podían coexistir. Una lección de que incluso en las sagas más explotadas, aún queda espacio para el auténtico terror.