Annabelle vuelve a casa (Gary Dauberman, 2019): la muñeca más famosa del Warrenverse vuelve a casa

Tras los sucesos de The Conjuring, Ed y Lorraine Warren deciden llevar la muñeca Annabelle a su casa y encerrarla bajo llave en una vitrina bendecida dentro de su sala de artefactos. La pareja sabe que el objeto es demasiado peligroso para quedar en libertad, pues parece atraer a entidades malignas allí donde se encuentra.

Una noche, mientras los Warren están fuera, su hija Judy y dos adolescentes que la cuidan quedarán atrapadas en la casa junto a la muñeca, desatando el caos y liberando a otros espíritus que habitan en la sala.

Con esta entrega, la muñeca más famosa del Warrenverse regresaba a la gran pantalla. Pero esta vez lo hacía con un cambio significativo: Gary Dauberman, guionista de las anteriores películas de Annabelle, asumía por primera vez la dirección. El resultado fue una cinta que mezcla el terror con un tono juvenil y casi de “casa encantada”, con más humor y ligereza que otras películas de la saga.

La muñeca como catalizador

A diferencia de Annabelle (2014) y Annabelle: Creation (2017), aquí la muñeca no actúa sola. Funciona como detonante: su liberación abre la puerta a un desfile de entidades malignas que habitan en la sala de los Warren.

El Esposo Fantasma, el Ferryman, el Perro Negro y otras figuras aparecen brevemente para aterrorizar a las protagonistas. Esto convierte a la película en una especie de antología dentro del propio universo, donde Annabelle es la llave que libera a todos los demás.

El planteamiento resulta interesante, porque convierte la casa de los Warren en un auténtico parque temático del terror. Sin embargo, también provoca que la narrativa se diluya: en lugar de una amenaza concreta, tenemos múltiples apariciones que funcionan como episodios separados.

Judy Warren: el peso de la herencia

La gran novedad de la película es dar protagonismo a Judy, la hija de los Warren, interpretada por Mckenna Grace. Su personaje es una niña marcada por la fama de sus padres, que lidia con el aislamiento y las burlas de sus compañeros en la escuela.

Esta dimensión humana aporta un trasfondo interesante: el precio de vivir en un hogar donde el terror es parte del día a día. Mckenna Grace, con apenas 13 años, ofrece una actuación sólida. Transmite vulnerabilidad, pero también madurez, y se convierte en el ancla emocional de la historia.

Los secundarios: babysitter y amiga

Madison Iseman interpreta a Mary Ellen, la niñera de Judy. Su papel, aunque arquetípico, aporta calidez y sirve como figura de apoyo.

Katie Sarife, como Daniela, es el motor de la trama: su curiosidad y su deseo de contactar con un ser querido fallecido la llevan a abrir la vitrina de Annabelle. Aunque sus decisiones pueden frustrar al espectador, su trasfondo dramático añade complejidad y humanidad al relato.

Un tono diferente

A diferencia de las entregas anteriores, Annabelle Comes Home apuesta por un tono más ligero, casi juvenil. Dauberman se inspira en películas de terror adolescente y en el subgénero sleepover horror: chicas solas en una casa embrujada enfrentándose a fuerzas malignas.

Esto hace que la película se sienta menos opresiva que The Conjuring o Creation. Hay sustos efectivos, pero también momentos de humor y camaradería.

Este cambio de tono dividió al público: algunos lo vieron como un soplo de aire fresco; otros, como un paso hacia un terror más comercial y menos arriesgado.

Dirección y atmósfera

Gary Dauberman demuestra oficio como director debutante, aunque sin el virtuosismo de James Wan o la atmósfera lograda por Sandberg. Su puesta en escena es funcional, con buenos momentos de tensión —como la secuencia del Ferryman con las monedas brillando en la oscuridad—, pero sin alcanzar la brillantez visual de otras entregas.

La fotografía de Michael Burgess refuerza la sensación de claustrofobia: la casa de los Warren se convierte en un laberinto de pasillos, habitaciones cerradas y objetos malditos. Cada rincón esconde una amenaza potencial, lo que genera un clima de expectación constante.

Música y sonido

Joseph Bishara vuelve a firmar la música, aunque en esta ocasión su partitura tiene menos presencia que en otras películas del universo.

El diseño sonoro, en cambio, vuelve a ser crucial: los ruidos metálicos del Ferryman, los susurros en la oscuridad y el crujido de la vitrina de Annabelle son los verdaderos protagonistas. Es un apartado técnico sólido que aporta gran parte del terror sensorial que la historia necesita.

La sala de artefactos: un personaje más

Uno de los mayores atractivos de Annabelle Comes Home es la sala de artefactos de los Warren. Por primera vez, el espectador puede explorar a fondo ese espacio repleto de objetos malditos: un televisor embrujado, un vestido de novia asesino, estatuas inquietantes y más.

La película funciona como un catálogo de horrores que podría alimentar futuros spin-offs. Sin embargo, esa misma abundancia de elementos también juega en su contra: con tantas amenazas en pantalla, ninguna termina de desarrollarse del todo.

Annabelle, en teoría la gran protagonista, queda en ocasiones relegada a un segundo plano.

Recepción y legado

Con un presupuesto de 27 millones de dólares, la película recaudó más de 230 millones en todo el mundo.

La crítica fue mixta: algunos alabaron su tono más ligero y su enfoque adolescente, mientras que otros lamentaron la falta de contundencia y de verdadera atmósfera de terror.

Aun así, Annabelle Comes Home consolidó a la muñeca como uno de los iconos modernos del género y ofreció a los fans un vistazo más amplio al universo de los Warren.

Fue también el cierre de la trilogía de Annabelle, que pasó de un debut irregular a convertirse en una franquicia rentable con momentos memorables.

Reflexión final

Lo mejor: la sala de artefactos como escenario central y la interpretación de Mckenna Grace.
Lo peor: la dispersión narrativa y la falta de intensidad en comparación con otras entregas del universo.

Annabelle Comes Home es, en esencia, una película de terror juvenil dentro del Warrenverse. Funciona como entretenimiento ligero, con sustos efectivos y una atmósfera divertida, pero carece del peso y la densidad de las entregas principales.

Aun así, aporta una mirada distinta: la de una niña que crece rodeada de oscuridad y aprende que incluso en medio del miedo más absoluto, la fe y la unión familiar pueden ser la mejor arma.

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