Ed y Lorraine Warren regresan por última vez. En Expediente Warren: El último rito, la saga principal del Warrenverse alcanza su clímax definitivo, cerrando más de una década de historias que redefinieron el terror contemporáneo.

La película arranca con un caso aparentemente menor: una posesión en un pequeño pueblo de Nueva Inglaterra. Sin embargo, lo que comienza como un exorcismo rutinario pronto se convierte en el enfrentamiento más peligroso de sus vidas. Lorraine sufre visiones cada vez más intensas que la conectan con un mal ancestral, mientras Ed, debilitado físicamente, se aferra a la fe y al amor que siempre los ha guiado.
El título, “Últimos Ritos”, no es casual: alude tanto al ritual católico como a la idea de despedida. Es el final de un viaje espiritual, emocional y cinematográfico.
El reto de un cierre
Michael Chaves, que ya había dirigido Expediente Warren: Obligado por el demonio y La monja II, asume nuevamente la dirección. Consciente de las críticas recibidas en sus anteriores entregas, aquí entrega su trabajo más sólido y ambicioso.

Su estilo, más directo y menos sutil que el de James Wan, encuentra por fin un equilibrio entre el espectáculo visual y la construcción de atmósfera. Chaves no intenta imitar a Wan; prefiere reinterpretar su legado.
Last Rites apuesta por un tono más épico y coral, con un guion que conecta los distintos casos pasados como piezas de una misma guerra contra el mal. Es una elección arriesgada, pero aporta la sensación de cierre que la saga necesitaba.
Ed y Lorraine: el corazón de todo
Patrick Wilson y Vera Farmiga vuelven a demostrar por qué esta saga no se entiende sin ellos. Ed aparece envejecido, frágil pero decidido; Lorraine, más vulnerable que nunca, se enfrenta a visiones que amenazan con consumirla.

Su relación sigue siendo el eje emocional. Escenas como la de ambos rezando juntos antes del enfrentamiento final son puro cine: un recordatorio de que el amor puede ser más poderoso que el miedo.
La película no rehúye la fragilidad de sus protagonistas. Ya no son los jóvenes demonólogos de los primeros casos, sino un matrimonio marcado por el tiempo, que afronta con dignidad y fe su última batalla. Ese tono crepuscular da profundidad al relato y conecta directamente con el sentido del título.
Una amenaza definitiva
El villano de El último rito se presenta como la culminación de todas las entidades a las que los Warren se enfrentaron. Es una fuerza demoníaca ligada al propio infierno, que enlaza con Bathsheba, Valak y otras figuras del universo.

Chaves construye una historia donde todo converge: los casos pasados dejan de ser episodios aislados para convertirse en capítulos de una guerra mayor.
Esto permite introducir guiños a toda la saga: visiones que evocan a Annabelle, sombras que recuerdan al Hombre Torcido de The Conjuring 2, símbolos procedentes de La monja. Para los seguidores del universo, estas referencias funcionan como homenaje y como recompensa emocional tras tantos años.
Dirección, fotografía y atmósfera
Chaves firma aquí sus mejores secuencias de terror. La escena inicial en la iglesia, con estatuas que cobran vida, es un prólogo digno de un clímax. El desenlace, ambientado en un convento en ruinas con vitrales que estallan y crucifijos ardiendo, es un espectáculo visual que roza lo operístico.

La fotografía de Michael Burgess refuerza la atmósfera opresiva: tonos rojizos, fuertes contrastes entre luz y sombra y un uso simbólico del espacio religioso. La ambientación combina lo íntimo (casas, iglesias locales) con lo grandilocuente (catacumbas, altares devastados), logrando un equilibrio entre lo humano y lo apocalíptico.
Frente a la contención de las dos primeras películas, El último rito apuesta por la escala. Es más grande, más ruidosa y más ambiciosa. Puede perder algo de la elegancia de Wan, pero gana en la sensación de evento final.
Música y sonido
Joseph Bishara regresa para cerrar el círculo musical del universo. Su partitura es un compendio de todo lo que ha definido al Warrenverse: cuerdas tensas, coros demoníacos y disonancias que parecen surgir del mismo infierno.
La música no solo acompaña, sino que intensifica la sensación de despedida. Cada crescendo parece anunciar que estamos ante algo definitivo.
El diseño sonoro vuelve a ser crucial: el silencio actúa como arma, interrumpido por golpes secos, susurros y lamentos. En ciertos momentos, el llanto de un niño que se repite como eco se convierte en el elemento más perturbador del filme.
Recepción y legado
Con un presupuesto superior a las entregas anteriores, El último rito se presenta como la apuesta más ambiciosa del universo.

La crítica ha coincidido en que, aunque no alcanza la sutileza de Wan, es la mejor película de Chaves hasta la fecha. El público la ha recibido con entusiasmo, consciente de que presencia el final de una era.
Más allá de la taquilla, su relevancia radica en cerrar un ciclo de más de diez años. El Warrenverse, con sus altibajos, se consolidó como un fenómeno cultural: muñecos, spin-offs, series derivadas y un imaginario colectivo que cada Halloween vuelve a cobrar vida.
Un adiós necesario
El mayor acierto de El último rito es atreverse a despedirse. Podría haber dejado la puerta abierta a más secuelas, pero opta por un cierre auténtico y emocional.

El espectador abandona la sala con la sensación de haber acompañado a una pareja durante toda su vida, despidiéndose de ellos con respeto y gratitud.
El título cobra todo su sentido: son los últimos ritos, tanto del caso como de la propia saga. Aunque el universo pueda continuar a través de otros proyectos, este capítulo se siente como el final verdadero.
Reflexión final
Lo mejor: la entrega emocional de Patrick Wilson y Vera Farmiga, la ambición visual del clímax y el regreso de Bishara en la música.
Lo peor: algunos pasajes del guion intentan abarcar demasiado, y la conexión total del universo puede parecer forzada.
Expediente Warren: El último rito es un cierre digno para una saga que comenzó como una simple historia de casa encantada y terminó convirtiéndose en un fenómeno global.

No es perfecta, pero logra emocionar, aterrorizar y despedir a Ed y Lorraine Warren con el respeto que merecen. Una película que, más allá de sus sustos, celebra la fe, el amor y la resistencia frente a la oscuridad.