Después de atracar a numerosos banqueros y altos cargos de la época, Jesse James, sabe que es buscado y que por él se pide una alta suma de dinero. Está dispuesto a retirarse, pero no sin antes llevar a cabo su último robo, plantando cara a sus enemigos ansiosos por recibir el dinero de su captura. Desafortunadamente, descubrirá que a la hora de meter monedas al bolsillo la lealtad queda de lado.
Esta genial película se nos presenta con una voz en off, que nos hace una breve presentación sobre lo que vamos a encontrar.
Estaba llegando a su mediana edad y por entonces vivía en un caserón de Woodland Avenue.
Acomodado en su mecedora, se fumaba un puro por las tardes mientras su esposa se secaba sus sonrosadas manos en el delantal, y atendía con diligencia a sus dos hijos.
Sus hijos conocían bien sus piernas, el cosquilleo de su bigote en las mejillas. No sabían cómo se ganaba la vida su padre, ni por qué se mudaban tanto. Ni si quiera sabían su auténtico nombre.
En el directorio local constaba como Thomas Howart. Iba a todas partes de incognito y compartía mesa con minoristas y comerciantes bajo la apariencia de ganadero o inversor local. Alguien acomodado, ocioso, convencional.
Tenía dos orificios de bala sin cicatrizar en el pecho y otro en el muslo. Le faltaba la parte superior del dedo corazón, y procuraba que no se viera la mutilación.
También padecía de una enfermedad llamada blefaritis, lo que le obligaba a parpadear más de lo habitual. Como si la realidad le resultara inconcebible
La temperatura parecía subir cuando él estaba presente: la lluvia caía mas vertical. Los relojes se ralentizaban. Los sonidos se amplificaban.
Se consideraba leal al sur y combatiente de una guerra civil interminable.
No se arrepentía de sus robos ni de los 17 asesinatos que afirmaba haber cometido.
Había pasado otro verano en Kansas City (Missouri) y el 5 de septiembre del año 1881 cumplió los treinta y cuatro años de edad.
La historia del famoso forajido Jesse James, de las famosa novela de Ron Hansen, asesinado a mano de un admirador suyo e integrante de su banda, Robert Ford, ya ha sido llevada al cine en más de una ocasión. En esta ocasión, sin renegar del western, vuelve Jesse James, para demostrar que aún quedan muchas cosas por decir.
En esta nueva recopilación de algunas de las vivencias del famoso forajido, se muestra la ambición de utilizar al cine como instrumento filosófico, intentando plantear límites para el cine. Dilemas propios del mundo que nos rodea, sin abandonar la búsqueda de nuevos modelos de personificación al mito.
Jesse James aparece como mito y encarnación de la rebeldía ante la autoridad, a los ojos de Robert Ford. Se introduce como una leyenda viva, que pasa a ser rápidamente humanizada, para ir adquiriendo a lo largo de la historia la altura mitológica que le corresponde, una persona intimidante e inalcanzable que incluso anticipa su propia muerte.
Al mismo tiempo, Bob Ford es un personaje atropellado por la leyenda de Jesse, que lucha contra ella y a su vez, la anhela.
Esta película es la historia de Bob Ford, no la de Jesse James. ¿Por qué digo esto? Esta historia cuenta lo que pasa por la cabeza de los personajes (envidia, admiración, gloria, humillación, etc), no nos cuenta los innumerables robos, o los asesinatos que se cometieron (eso ya lo hizo Walter Hill); tampoco nos da una visión relativa del mito (eso ya lo hizo Fritz Lang).
Narrar un western en tiempos muertos es muy arriesgado, pero a su vez es una muestra de valentía, de convicción y de confianza. Por tanto, la película trata al espectador de igual a igual, y reclama la atención para que las miradas y gestos expliquen aquello que se nos viene a contar, pero esta vez desde dentro, desde la propia inestabilidad psicológica de unos personajes torturados y maltrechos; desde las nubes interponiéndose mediante sombras entre el sol y el trigo.
Dominik recurre con una genialidad fascinante a una historia donde parecía que el peso de un enfrentamiento entre dos personalidades de lo más dispares no podía ir a más, sacándole un jugo increíble, y hablando a corazón abierto de sus personajes (sus miedos, frustraciones, ansias por crecer, etc.). Para ello, se recurre a una voz en off que nos hace partícipes de muchísimos detalles que se podrían haber escapado de no haber intervenido.
Andrew Dominik (Chopper, Mátalos suavemente) disecciona al héroe en todas sus vertientes, analizando punto por punto el carácter del Robin Hood moderno, descubriendo que la mayoría de las leyendas decepcionan, y que de héroe o leyenda a villano, sólo hay un paso. Todos parecen ver en Jesse a un moderno Prometeo que roba a los ricos para dárselo a los pobres, pero él mismo sabe, y Ford se dará cuenta con el tiempo, que no es más que un ser humano, con todas sus debilidades.
La película es una narración de ese proceso, de un personaje aparentemente frágil y honesto, que en el fondo se descubre a sí mismo como un cobarde. Poco a poco se va desnudando el alma de Jesse James hasta hacerle vulnerable y quitarle ese «halo mágico» que parecía rodearle al principio de la historia. También se nos da una visión pesimista del mundo, donde la decepción y la desconfianza son el motor de todo, y es que aquí lo importante no son los asesinatos, si no lo que se origina después de estos.
Con un reparto increíble, esta película está comandada por un gran Brad Pitt (Snatch, cerdos y diamanes, El club de la lucha, Seven) que interpreta a Jesse James, de una manera colosal, llegando a inquietar incluso a todos los espectadores con su mirada fría y desafiante; Casey Affleck (Adiós pequeña, adiós, Trilogía Ocean’s, El indomable Will Hunting) que realiza una labor superlativa y brilla por sí solo en cada escena, siendo nominado justamente al Oscar como mejor actor de reparto por esta película; Sam Rockwell (Siete psicópatas, Iron Man 2, Moon) que está de lujo, aunque quizás un poco empañado por Casey Affleck; Sam Shepard (Agosto, Mud, Black Hawk derrivado), cuya presencia se hace demasiado corta, y sus apariciones, estelares; Mary-Louise Parker (El dragón rojo, Balas sobre Broadway, Tomates verdes fritos) que aunque aparece escasamente, su presencia sobrecoge en cada escena; Jeremy Renner (La gran estafa americana, Los Vengadores, En tierra hostil) que da un toque de frescura y malicia a la historia.
El mito de Jesse James se nos presenta oscuro, frío. La cobardía de Ford aparece cercana, cálida, humana. Pero ambos actores protagonistas, con sus miradas, sus rostros sin maquillar y sus gestos, expresan con brío el destino de estos personajes. Un destino que se reduce, marcado a fuego, y les guía a la hora de comportarse en el conocido desenlace de tiros por la espalda y cuadros en la pared.
Dominik se muestra como un director con talento y un peculiar estilo propio. Sabe dirigir y donde colocar la cámara. Se centra en los diálogos y en los personajes, aunque a veces el ritmo se resienta. El ritmo pausado juega a veces a su favor, dando estupendos planos y escenas con voces en off acompañados por la excelente banda sonora que le acompaña, cortesía de la música de Nick Cave.
Su increíble fotografía y sus escenarios son dignos de mención, no queda más que decir, que ya estuvieron nominados al Oscar por esto también.
Es una película digna de ver, nada más que por ver cómo fueron sus protagonistas, y conocer más interiormente la vida de Jesse James. Y es que este es un western donde no se disparan balas, sino poesía.
¿Qué es lo que quieres, ser cómo yo, o… ser yo?
Jesse James
Yo maté a Jesse James
Robert Ford
Para finalizar, y para disfrute de todos, os dejo el enlace de la banda sonora, que es una obra de arte: