Madrid, agosto de 2007. Curro entra en prisión tras participar en el atraco a una joyería. Ocho años después sale de la cárcel con ganas de emprender una nueva vida junto a su novia Ana y su hijo, pero se encontrará con una situación inesperada y a un desconocido, José.
Raúl Arévalo se estrena con su ópera prima Tarde para la ira, la cual, para ser su debut, la dirige de manera experta, dejando una carta de presentación inmejorable.
Debutar siempre es complicado. Pero este director novel, actor de profesión, se ha quitado los complejos y ha rodado lo que ha querido de forma impecable. Tanto es así, que esta obra está filmada en súper 16mm, un tipo de película para la que no existe laboratorio de revelado en España, por lo que había que hacerlo en Rumanía. Este hecho se nota en la calidad de la imagen, el sonido y la relación de los personajes. Algo que habla de la profesionalidad y excelencia de este trabajo.
Raúl Arévalo le da una vuelta de tuerca, y como buen actor, y aficionado al cine que es, ha sabido coger lo mejor de cada tendencia que le ha marcado, y lo ha condensado todo en una historia, que le hace parecer algo más experto detrás de las cámaras, y que sobre todo, ha convencido a la crítica y al público.
Para ser su primera película, Raúl Arévalo muestra un diestro dominio de la cámara, revelando planos introspectivos sobre el carácter y las motivaciones personales de cada personaje, donde llegan muy pocos directores. Tarde para la ira está dotada de una atmósfera muy personal y asfixiante.
Una obra que habla de la muerte en vida. De la desesperación, el odio y como el rencor y la venganza son innatos al hombre. Esa sensación de que el tiempo jamás cura el auténtico dolor. Raúl Arévalo hace un retrato de todo ello con la intensidad del mejor thriller, guardándose en la manga varios ases a modo de sorpresas que va soltando poco a poco y te golpean de lleno una vez revelados.
El nacimiento de la ira, para más tarde transformarla en venganza es el eje principal que rodea a esta película. Tarde para la ira lleva al cine lo que Gabriel García Márquez creó para la literatura con Crónica de una muerte anunciada.
Un notable y violento thriller de venganza, donde reina el suspense desde su inicio, hasta su final, con increíbles interpretaciones y una gran dirección artística. Tarde para la ira es un auténtico torrente hasta en sus momentos más pausados, que se divide en cuatro partes, atrapándonos sin dejarnos ir. Incluso ese plano final, deja lugar para el «qué pasará después».
Si sabe mantener el nivel aquí mostrado, Raúl Arévalo va a marcar el cine español en los próximos años. Se ha dejado poseer por diversas influencias, entre ellas, una de las películas que él mismo protagonizó: La isla mínima. Ambas comparten personajes profundos, complejos, bien dibujados, donde no hay trampas de guion, unas grandes localizaciones, dotando a la película de personalidad propia. Ha conseguido unir una banda sonora que está a la altura y unos actores de matrícula de honor.
Raúl Arévalo firma un apasionante guion junto a su amigo y psicólogo David Pulido. Una colaboración que se nota, porque Tarde para la ira tiene mucho de psicología.
El sobrio estilo que tiene, impacta. Al igual que impacta el retrato inmisericorde y sin concesiones de las gentes que habitan este desolador mundo del hampa barriobajera, que solamente piensan en sí mismo y parecen carecer de empatía o compasión.
Destaca el dominio del tempo narrativo y de la estética cochambrosa y mísera que no refleja sino la ruina moral que hiede a cada paso. La forma y el fondo van de la mano, y configuran un relato acre e inhóspito que parece fruto de una maldición cañí. El laconismo como segunda piel. No hay indulgencia ni reparación. Sólo castigo.
Hay un gran trabajo en la construcción de los personajes. Habitantes de los barrios más desfavorecidos de Madrid, perdedores que viven más en la taberna que en casa, fracasados de la vida que buscan la gloria sobre el tapete, ganando una ronda de cubatas al mus. Seres complejos que acumulan derrotas y sed de venganza, personas a quienes la vida ha cuidado poco y cuyo destino, parece que ya está escrito.
Raúl Arévalo, para su primera película como director, ha confiado en grandes actores del panorama nacional, y grandes amigos para él. Antonio de la Torre (La isla mínima, Gordos, AzulOscuroCasiNegro) está magnífico como José, compone un personaje taciturno e inolvidable que va desarrollándose en cada escena, demostrando un poderío interpretativo inconmensurable, con una contención y frialdad que no lograría transmitir cualquiera; Luis Callejo (El hombre de las mil caras, Kiki, el amor se hace, Mi gran noche) se pone en la piel de Curro, volviendo a demostrar que está en muy buena forma, aportando una energía y temperamento necesario a esta película; Ruth Díaz (Cinema Verité, Verité, Los días no vividos, Aparecidos) termina de cerrar el tridente protagonista, interpretando a Ana, dejando claro que tiene aptitudes para que la tomen más en cuenta en próximos estrenos; Manolo Solo (B, Carmina y amén, Celda 211) deslumbra durante su corta aparición, interpretando al Triana; Raúl Jiménez (Vidas pequeñas, El calentito, Reinas) está monumental interpretando a Juanjo, dejando su huella en cada aparición.
La atmósfera enrarecida y el deliberado acabado sarmentoso y tosco tanto del ambiente rural como de las barriadas metropolitanas es muy meritorio. No parece una ópera prima sino que tiene la determinación, el empaque y la factura de un proyecto señero muy bien engarzado, repleto de originales hallazgos visuales, como si no tuviera ninguna duda de qué es lo que nos quiere contar ni cómo lo quiere llevar a cabo. El dominio del inexorable ritmo fatalista y de las ponzoñosas imbricaciones de cada uno de los personajes nos demuestra que Raúl Arévalo ha realizado un debut en la dirección memorable, lleno de garra, cólera e intención. Además, obtiene de todo el elenco unas interpretaciones inmejorables.
Lucio Godoy es el encargado de poner la música a esta gran película, dejando su particular huella y haciéndola más íntegra, donde uno de los temas más notables, Bambino, está cantado por Miguel Poveda.
El apartado de fotografía está bajo el mando de Arnau Valls Colomer, que ha conseguido plasmar exactamente lo que el director buscaba: unos barrios humildes, donde los protagonistas puedan desenvolverse y expresarse a corazón abierto.
Raúl Arévalo ha cogido lo mejor de los grandes directores del cine, probablemente, de sus favoritos, y esa estela se deja ver en Tarde para la ira.
Orson Welles es el primero de la lista, donde ese principio trepidante bien podría rendir tributo a Sed de mal, aunque en el caso del primero, acaba con una explosión y este, con un accidente.
Sebastian Schipper también se deja ver, en la que la escena del atraco y la huida podría recordarnos a Victoria.
Martin Scorsese también se nota, en esa venganza particular, que se parece a Taxi Driver. El personaje de Antonio de la Torre es igual que el de Robert De Niro, contenido y solamente con las palabras necesarias. El personaje de Curro es parecido al de Joe Pesci, aunque este, además de visceral, también tiene corazón. Hasta en las imágenes de gente en el maletero o las de el gimnasio de boxeo recuerdan a Marty.
Los hermanos Coen (Joel y Ethan) también dejan su huella, donde las habitaciones de hotel, los ambientes áridos y la pizca de humor de algún personaje, nos recuerda a No es país para viejos.
Quentin Tarantino también tiene su referente, en la escena donde los protagonistas van en chándal, recuerda a Vincent y Jules en Pulp Fiction. Otra idea que es muy «tarantiniana», es la de los títulos introductorios antes de la escena en cuestión, como «El bar», «La familia», «La ira».
Sam Peckinpah nos adentra en la zona western de Perros de paja, a pesar de no serlo, ya que es el referente de como un hombre normal se vuelve muy violento, donde Dustin Hoffman le podría prestar perfectamente el fusil a Antonio de la Torre.
Y por último, Clint Eastwood, el arte de rodar ajustes de cuentas, con boxeo, western o personajes cotidianos de por medio.
Incluso el final abierto y nada complaciente ni efectista, es un prodigio de concisión y talento. Tarde para la ira es una obra certera, impactante y muy recomendable.
Tarde para la ira dignifica el cine español en todos los sentidos.
Os dejo con el making of de su Banda Sonora Original, para que tengáis un adelanto de lo que vais a escuchar: